Carmelo Portero es jefe de Soluciones de Pago y Seguros de Ibercaja
Cada día aparecen nuevos métodos de pago móvil, de cobro online, nuevas formas de intermediación y asesoramiento a distancia, y nuevas propuestas de contratación de microseguros en remoto. La apertura de cuentas bancarias desde una tablet, móvil u ordenador no se parece a su concepción en el mundo físico del pasado. La digitalización convierte nuestro horizonte en un futuro retador.
En este universo, convivimos con un nuevo ecosistema de empresas desde hace años, que trabaja en entornos disruptivos y muy apoyados en la tecnología. Son las empresas Fintech, y plantean propuestas de valor que superan las alternativas de los usuarios en cualquier vertical de actividad. Algunas se han convertido en líderes de nichos de mercado, y no existían hace diez años.
Por otra parte, hay un largo desierto para las Fintech incapaces de atraer capital suficiente, viven al margen de levantamientos de rondas de capital publicitados en los medios de comunicación. Estas empresas sufren la incómoda situación de no disponer de un marco legal que proteja sus propuestas de valor disruptivas en España, dado que no existe un Sandbox.
Los británicos viven un escenario distinto desde 2015, tienen un Sandbox. Igual que varias decenas de países que disponen de regulación y marco de referencia para testear proyectos a través de este mecanismo regulatorio. Los Sandbox han nacido en estos países como entornos de cooperación entre Fintech, entidades financieras, aseguradoras y organismos supervisores para impulsar proyectos cuya propuesta tiene cierta madurez.
Productos viables
No debemos confundir estos Sandbox con simples laboratorios de pruebas, donde se debaten o se impulsan ideas. Las propuestas a llevar a estas cajas de arena (según la traducción, del inglés) deben ser productos viables que puedan saltar al mercado. Tampoco deben confundirse con los hubs de innovación, punto de encuentro entre el supervisor y las empresas de un nuevo proyecto tecnológico.
En el espacio de pruebas controlado de un Sandbox, se facilita a los reguladores entender la nueva actividad que se va a desarrollar, para adaptar la normativa a esa realidad financiera. En estos entornos, se deben exponer proyectos que carezcan de las garantías jurídicas del marco legal establecido, por lo que no podrían convertirse en receptores de inversiones de capital con la seguridad de un proyecto tradicional.
Los temas a desarrollar en los Sandbox pueden ser de banca, seguros o cualquier otro producto de los mercados de capitales. En él pueden entrar proyectos de compañías Fintech, star-up, entidades financieras o aseguradoras e incluso universidades que quieran desarrollar soluciones financieras de elevado perfil tecnológico.
Los proyectos que entren en el Sandbox deben ser innovadores, es condición obligada, y pueden llegar a estar regulados (exención) o no regulados (no sujeción). El objetivo de la entrada de un proyecto en el Sandbox es operar en el mercado a través de la obtención de una autorización o licencia. Para ello, se configura unos regímenes de salida de las pruebas encaminadas a la regulación.
FloodFlash
Uno de los ejemplos más representativos llevado a un Sandbox ha sido el caso de FloodFlash. Es una Fintech cuya propuesta de negocio está basada en los seguros y la cobertura contra inundaciones para negocios. FloodFlash propuso la instalación de un sensor en el local asegurado, para medir la profundidad del agua en un siniestro, e ingresar la indemnización en la cuenta del asegurado sin peritación previa, cuando el agua tenía la profundidad acordada en las coberturas. Este modelo no tenía cabida en el sistema de producción y venta de las aseguradoras tradicionales, y carecía de soporte jurídico cuando se llevó al Sandbox.
Disponer de estos vehículos de laboratorio para testeo de proyectos, sólo es el comienzo. En otros países han vivido varias fases de nacimiento e impulso de Sandbox, y evolucionan a estructuras más maduras. Casi 30 países han desarrollado estructuras de Sandbox en sus marcos normativos. Aunque la mayoría está en Asia, hay seis países europeo con ellos. Reino Unido destaca, han pasado más de 90 proyectos relacionados con fintech (70%) por su Sandbox. otro 14% de los proyectos son de regtech, y el restante 16% son de insurtech.
Propuesta española
Las primeras manifestaciones del entonces equipo de gobierno para impulsar un Sandbox regulatorio en España, datan del segundo trimestre de 2017. Sin embargo, su primera aprobación en Consejo de Ministros se retrasó hasta febrero de 2019. Hoy, todavía queda un largo camino hasta que pueda tramitarse como ley ordinaria para su aprobación efectiva. Ante el actual escenario político, no dispondremos del nuevo marco regulatorio hasta mediados de 2020.
No disponer de un Sandbox está empezando a ser un lastre significativo para el impulso de proyectos tecnológicos en nuestro país. La medida que prometía colocar a España en la vanguardia mundial de la industria Fintech en 2017, amenaza con llegar tarde.
Entre los actores principales que participarán en el Sandbox cobra especial importancia la intervención de los reguladores, que en España serán la Secretaría General del Tesoro, el Banco de España, la Dirección General de Seguros y la Comisión Nacional del Mercado de Valores. El entorno para este mecanismo está llamado a ser un espacio controlado donde debe desaparecer el “miedo reverencial” que se tiene a los grandes supervisores por parte del resto de actores del ecosistema financiero y Fintech en el país.
El Sandbox en España admitirá proyectos de tres sectores: financiero, asegurador y mercado de capitales. Esperamos que en 2020 avancen los trámites normativos y dispongamos de un Sandbox, y que sea el motor de creación de 5.000 puestos de trabajo, y la movilización de más de 1.000 millones de euros de inversión, tal y como indican los responsables de la Asociación Española de Fintech (Aefi).