Luis Garvía es Ingeniero Industrial del ICAI, economista y abogado, profesor de finanzas en la Universidad Pontificia Comillas, aborda la forma en que esta tecnología empodera al consumidor.
En esto del Blockchain estamos aprendiendo todos, de manera constante y a la velocidad de Internet. El que se considere a sí mismo experto en esta tecnología está más cerca de equivocarse que cualquier otra persona. Pero es precisamente en el error, en la equivocación donde está el aprendizaje que tanto necesitamos. Unamuno definió al ser humano como contradicción, e Internet hace que las paradojas aparezcan, y crezcan a mayor velocidad. Nunca en la historia de la humanidad ha habido mejor acceso a la información, ni nunca se nos ha podido engañar con más facilidad. El número de oportunidades que tenemos a nuestro alcance crece a la misma velocidad que lo hace nuestra pereza, es fruto de la comodidad. La libertad parece ser proporcional al número de retweets por minuto que somos capaces de realizar. En este contexto cada vez más confuso, tiene sentido hablar de la cadena de bloques.
Desde un punto de vista técnico, la idea es muy sencilla. El BlockChain permite certificar transacciones entre iguales sin necesidad de recurrir a una entidad que centralice el proceso de certificación de las transacciones. Permite en definitiva descentralizar intercambios económicos. Da seguridad a las dos partes de una transacción sin necesidad de recurrir a un tercero. ¿Esto significa el fin de los gobiernos? Ni mucho menos. Por ejemplo, para determinadas transacciones es necesario acreditar que se está empadronado en tal sitio, que se tienen más de 18 años, el carné de conducir o alguna licencia. Es importante distinguir entre los atributos necesarios para que un individuo pueda realizar una transacción, la capacidad de contratar y la transacción en sí misma. La Identidad Digital ayudará a construir este camino.
Para transacciones que se hagan una o dos veces en la vida de un individuo, y que tengan un valor significativo, hablar de BlockChain puede tener en principio menos impacto. Cuidado aquí, lo que para un individuo es una o dos veces en la vida, para la empresa que proporciona el servicio o para algún otro agente se puede dar con mucha más frecuencia. En cualquier caso, si la transacción se repite con cierta frecuencia, empieza a tener sentido hablar de la cadena de bloques. Ahora bien, ¿qué sucede con transacciones cuyo valor era despreciado por la economía tradicional? ¿qué sucede con el valor de nuestros datos? ¿qué sucede con el valor de los minúsculos y continuos intercambios económicos que realizamos cada día? Son pepitas de oro que están esperando en el río a que alguien las recoja, que se caen de nuestros bolsillos y que alimentan a los grandes monopolios.
El BlockChain permite discernir entre el ruido y el valor. Con Internet crece tanto la información como el ruido del sistema, pero también crece nuestra capacidad de generar valor, no nos engañemos. ¿Dónde está el valor? Después, y solo después de este razonamiento podemos concluir que el valor está en la BlockChain o mejor dicho: todo aquello que sea valioso y pueda ser transmitido debe estar registrado en la BlockChain.